El monólogo de la duda

Pero la confusión perdura...y se extiende, no sólo a través del tiempo y los kilómetros; en el cuerpo; en la razón. Cuando la razón se ve afectada hay un desequilibrio a nivel neuronal. Y no, no tengo estudios en medicina o neurociencia pero, soy humana y sé que la duda, la confusión, la incertidumbre y perplejidad que suele abordar al hombre en algún punto de su existir, afecta evidente e inevitablemente su diario recorrer y realentiza todos los planes mentales acordados previamente.
Soltando el papel de intelectual y navegante de pensamientos profundos: uno se vuelve un enredijo inminente y un claro obstáculo para uno mismo,  lo cual es estúpido y carece de racionalidad alguna.  Pero no en todos los casos. Juzgamos, actuamos y, en síntesis, vivimos a raíz de nuestras experiencias, debido a eso tomamos partido en determinadas situaciones y es una pena que así sea, es realmente triste no volver a creer palabras, no volver a creer sonrisas, miradas o gestos. No concibo un mundo en el que una mirada ya no signifique nada, pero tampoco lo concibo sin dudar de ella. 

Y es que ya no creemos. Después de una herida la piel ya no vuelve a ser la misma; luego de una lágrima los ojos no vuelven a mirar igual; al final, posterior a un engaño el corazón no vuelve a amar de la misma manera, no somos los mismos nunca más tras un evento, y lo más agobiante es que cambiamos como consecuencia de una mala experiencia. Las buenas, las bonitas, las que valen la pena, esas las dejamos en el olvido, justo ahí, donde nos dejaron a nosotros.
Pero entonces, llega otro bus y podemos ir hacia el mismo lugar al que nos dirigíamos antes pero por otro camino, y allí, justo en ese lugar y momento es en el que la duda ataca, y se estanca, se paraliza...el corazón, claro está. ¿Y entonces? ¿qué viene después?, pasa por nuestra mente. Ya no estamos solos, no más. Hay algo que ahora nos hace dudar. La duda en Descartes fue crucial para el conocimiento de la primera verdad y de la verdad absoluta, ¿y para nosotros? ¿qué nos genera la duda?. 

Claramente, no poseemos una capacidad de análisis tal como la de éste filósofo, ni estamos en el siglo XVI pero, si en algo nos parecemos a René Descartes es que dudamos de todo conocimiento y/o manifestación que no se presente en nuestro espíritu. Gracias a eso iniciamos el proceso metódico: dudamos de absolutamente todo lo que provenga de los sentidos dado que éstos nos engañan muy a menudo, y si lo hacen una vez lo pueden hacer dos. Y así, seguimos el proceso, planteando y replanteando nuevos pensamientos hasta llegar a un infinito y a una extensión: dos conceptos que para Descartes eran por un lado, Dios, y por otro, en resumen, la existencia como máxima perfección, garantizada por un ser infinito y todopoderoso: Dios, una vez más . Para nosotros, en asuntos del corazón, lo infinito es el amor y la extensión es el corazón de alguien más. Todas las verdades, entonces, están solo en nuestros pensamientos y son, de igual forma, seres y hasta sustancias que existen en nuestra realidad.

La duda metódica, la llamó el filósofo francés perteneciente a la corriente del Racionalismo; corazón roto, lo llamamos nosotros quienes sentimos directamente desde el alma, y que el amor y los sentimientos nos salen desde la razón: profundos y sin ninguna mala intención. ¿Y ahora qué?, puede que llegue el momento en el que decidamos volver a empezar, sí, una vez más, al fin y al cabo, es el ciclo natural de todo lo terrenal: surgir; expandirse; extinguirse. Así son los sentimientos y el amor. No es para siempre pero, si está ahí dentro de todos nosotros siempre. ¿Y qué si vuelvo a elegir a alguien otra vez? seguro se lo han preguntado muchas veces, y con una canción de amor sonando a lo lejos recuerdan a su nuevo suspiro. 

Me queda por decirles que lo intenten una vez más, después de todo, malo o bueno, volver a sentir amor en el corazón nos llena de vida. Y suspiramos. Y sonreímos. Y se enciende una llama dentro de lo más profundo de nuestro ser. Tiemblan las manos y se estremece el cuerpo cuando aquel nuevo amor y bella ilusión está frente a nuestros ojos. Y su sonrisa ya es nuestra, y la nuestra ya es suya. Y todo es compartido ahora, así dudemos. No tenemos control sobre eso. No hay dominio sobre algo que viene desde la razón, porque así le atribuyan el amor al corazón, éste solo bombea sangre, y cuando se ama y se siente se hace desde lo más poderoso del individuo: la mente. Ahí pensamos, recordamos, analizamos y nos preguntamos: ¿le digo ahora o le digo después? Y es que es poco tiempo, y es que no es lo que imaginábamos. Es lo que la vida y las coincidencias de ella misma nos puso en nuestro andar.

Cuando voy de regreso o de camino a algún destino o sin rumbo alguno, y veo una pluma de mera casualidad tirada en el suelo; la recojo y la llevo conmigo. Así son las personas y todo lo que por azar  miramos, guardamos y llevamos en nuestro corazón...o nuestra mente, mejor.

Pero bien, como solemos dudar hasta de nuestra sombra, no está mal que confiemos por incontable vez. Lo más ínfimo que pueda resultar de aquella decisión es que descartemos otro conocimiento hasta llegar a la verdad absoluta (siguiendo el método Descartes); siguiendo el método de la vida: un baúl lleno de vivencias, aventuras, canciones nuevas y besos en montañas con la vista de la ciudad al respaldo, soplando el viento fuerte y sintiendo el aire y los sentimientos chocar, es lo que queremos y así se rompa el corazón — que en teoría eso no sucede—, mientras bombee sangre y nos levantemos cada mañana a ver el sol, y respiremos, y sintamos el aire en nuestros pulmones y el viento acariciando nuestro rostro; mientras haya amor en nuestra alma; el corazón roto se puede enmendar, y volver a amar, y a dudar, a suspirar y los ojos de alguien mirar una vez más.


-Después de tu tormenta, ningún huracán puede herir ni destruir una vez más. Desde tu partida, allá en la mesa del café de siempre, en la terraza de la bella vista, ese café, ese puro y delicioso elixir natural perdió su sabor; lo perdió todo, así como yo perdí mi corazón. Escribí a un amor del pasado. Y ahora me encuentro en un tranquilo mar. Me gusta ver el horizonte y perderme en las luces de la ciudad, recordando el rostro que ahora me agrada adular. Las letras flamantes salen de mi alma, y son poco a la hora de hablar de amor. Supongo que es algo perfecto, así como la existencia misma.

Comentarios

  1. Excelente escrito hija Dios te siga iluminando con este don que te ha dado, sigue buscando tus sueños

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