Una charla muy amena parte II
Quería hacerle una pregunta, en el
momento que lo iba a mirar y decirle, un rayo de luz entró por mis ojos: había
salido el sol, ya era más que tarde para mi hora puntual, era, aparentemente un
bonito día. Llovió más tarde, como ya lo he dicho:
- ¿Qué cree que tenga para decirme
sobre el amor?, no obstante, quiero aclararle que no lo juzgaré si no tiene un
consejo que me brinde un poco de consuelo y tranquilidad. ¿Sabe?, a lo largo de
mi vida me he topado con muchos ojos para mirar y perderme, con muchas bocas
para besar y que me besen, y con cuerpos para pasar un buen rato, pero,
la única vez que pude encontrar un corazón para amar; destrozaron el mío.
-
Suena interesante tu historia. El amor es un buen tema y, aunque es tan
subjetivo, funciona bien porque es algo común en todos nosotros. Y es curioso,
porque somos personas diferentes, en distintos lugares con todo completamente
desigual, pero, las vivencias y experiencias con el amor son todas las mismas.
Y son selectivas: nos eligen, no nosotros a ellas. No decidimos sufrir, el amor
lo decide; no escogemos vivir algo de ensueño; es esa fuerza poderosa y hermosa
que lo hace y lo otorga con amplia pureza. Así sucede. Infidelidad, engaños, llantos y
reclamos; Compañía, besos, abrazos, caricias y sonrisas. Todo depende de
nosotros, pero al mismo tiempo no lo hace. Igual que todo en el porvenir: el
tiempo es nuestro, pero no nos pertenece. Las decisiones son propias de cada
uno, pero, las consecuencias no. Todo es efímero y antagónico: lo que puede
generar un resultado, acaba con otro; lo que empieza bien puede acabar mal o
puede mantenerse bien y acabar bien, pero, a fin de cuentas, terminar; el agua
puede hidratar, pero también matar. Todo depende de cómo hagamos las cosas, y
es evidente que no las podemos hacer bien en su totalidad. Es lo bonito de ser
seres imperfectos, llenos de sorpresas que ni nosotros mismos conocemos.
Conformamos
toda una sociedad llena de actuares que a nuestro parecer son los correctos,
pero, ¿quién dice qué es lo correcto? ¿quién puede asegurar con plena certeza
que una flor es un detalle y no la espina?. Somos directos y entregamos lo que,
por herencia, coerción o simple contacto con una cultura y sociedad ya
estructurada, conocemos y apropiamos. Damos por sentado que una persona siente
igual que la otra y que quiere escuchar lo mismo que todas, y no es así.
Estamos en el mismo universo, pero no somos en nuestro interior, todos, un
mismo universo. Somos una aglomeración de vivencias, creencias, actuares y
sentires que en nuestro entorno acogimos e interiorizamos, pero eso no nos hace
iguales. Hay algo más, algo propio, si se puede llamar así. La reunión de datos
genera uno nuevo y eso somos. Claro está, unos más que otros porque, siendo
realista, no estamos en igualdad de condiciones y eso es incontrovertible.
Retomando: llega ese ¨quien¨ que reviste un amplio término dado para una
infinidad de significados y significaciones: Amor. Es lo único seguro que tenemos,
a pesar de no saber qué nos pasará ahora, esa es la única verdad. Y Descartes
dudaba buscando cuando la respuesta se encuentra en cuatro letras; cuatro
estaciones; cuatro puntos cardinales; cuatro elementos: Mileto,
Anaxímenes, Jenófanes, Heráclito, los primeros en hablar de un poder de
creación gracias a estos recursos. Sí, es cosmogonía, alquimia, astrología,
esoterismo, todo en lo que la gente no suele creer, lo que me lleva a
cuestionarme: ¿creen en el amor?. No es una doctrina, pero es algo tan inmenso
que no cabe en la definición dada por las palabras, letras y símbolos que
conocemos. Algo tan maravilloso que cabe en nuestra alma, mente y,
simbólicamente, en el corazón.
Finalmente,
no me queda más por decir, me queda un universo de sentimientos y sensaciones
por sentir; vivencias y experiencias que recolectar; labios que besar; manos
que tomar; abrazos para dar. Pero, quién sabe, quizá suceda pronto. O
nunca. No puedo asegurar algo que ya me tiene asegurado a mí. A todos nosotros.
Lo único que puedo expresar con amplia y sincera seguridad es que
todo huracán llega a su fin. Hace estragos, sí. Destruye
ciudades, también, pero se acaba, y cuando se acaba, sale el sol una vez más
a iluminar e irradiar una hermosa luz llena de esperanza. No arregla mucho,
pero brinda cobijo y produce calma. El tiempo, ésa es la clave para todo, pero
de igual manera lo somos nosotros mismos. Nada pasa por simple deseo, pero los
segundos siguen transcurriendo. Debemos hacer algo al respecto, no
vaya a ser que nos quedemos sin días, sin historias, sin recuerdos. Sin amor
por dentro.
***
Así terminó aquel indigente su
intervención. ¡Quién se iba a imaginar que un vagabundo hablara tan bien en mi cabeza!
Era hora de ponerme a trabajar, pero yo seguía ahí, imaginando que platicaba a
gusto con alguien que pudiera comprender algo que yo no. Pretendiendo que todo eso sucedió, pero no,
no fue más que mi alma hablándole a mi cuerpo, mente y de paso al
corazón.
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