Los pájaros de la noche
La madrugada era un espacio en el que todos dormían excepto yo. Mi trabajo no me lo permitía así, y tampoco los pájaros. A media noche, en el silencio de la oscuridad, cantaba siempre el mismo plumífero que acompañaba mis noches de trabajo. La calle estaba sola pero llena de mi gente, ni un cliente y el frío tormentoso de la ciudad nos dejaba saber que quizá nos iríamos esa noche sin nada de dinero a nuestro hogar, a mí no me importaba, no tenía a nadie a quien cuidar mas que a mí. Si ganaba un solo peso sería para comprar algo de cerveza y cigarrillos. No alcanzaba ni siquiera para una blusa en promoción. Pero, este pájaro, justo entre las dos y cuatro de la mañana, iniciaba su concierto. Hacía descansos de diez minutos por cada canción y las oscilaciones entre una melodía y otra eran de 16 segundos por respiro. No era un buen cantante y yo no era una buena trabajadora.
La noche me agotaba cada día más. El día - para mí- no era para descansar. El dinero de esos trabajos nocturnos —cuando me iba bien—era todo para el crédito en el banco y este se depositaba en la cuenta de la universidad en la que tenía la fortuna de estudiar. Estaba acabada. No se puede dormir en los baños en los cambios de clase, tampoco en el suelo mientras canta un pájaro; tarde o temprano una de las dos alternativas sale mal. Por fortuna, no era mi estudio el que se veía afectado. Tenía buenas calificaciones,–eso es bueno–, pensaba siempre en ese entonces, –podría ganarme una beca–. Nunca pasó. Una prostituta no tiene derecho a esas cosas en esta vida. Los cantos cada madrugada eran más armoniosos y ya no cantaba un solo pájaro: eran cinco posados en la rama de un árbol. Me sentía en la época del canto gregoriano y sus alabanzas al todo poderoso: voces en conjunto creando sonidos agradables en la noche, oscura, fría y sin clientes.
No estaba vieja para el negocio, me temo que ya no les gustaba a los viejos cuarentones que buscan un cuerpo nuevo y diferente al de sus esposas. Mi cuerpo no era más nuevo, estaban cansados de ver piernas blancas y temblorosas con una cara asustada y cansada. Después de dos años aún me aterraba la noche en esa cuadra, y es el momento en que hoy noo puedo dormir sin recordar-con terror y lágrimas- los momentos que allí viví, por consuelo tengo el saber que me ha dado para vivir y estudiar, así lo haya intentado dejar no has ido posible, así funciona el dinero fácil: una vez lo encuentras y te va bien, ya no puedes parar.
Una noche en particular cantaban los pájaros más bello que nunca. Era una buena noche, estaba la luna grande y luminosa, el cielo despejado lleno de estrellas, hacía frío como siempre pero, no era cosa que un buen trago no arreglara, y lo mejor de todo es que tenía clientes. Muchos autos pasaban, me veían, hablaban solo tres minutos conmigo y al momento ya estaba yo en sus autos alistándome para una “nueva aventura”. Siempre, y en el asiento de al lado de mi pareja esa noche, me hacía la misma pregunta: ¿es posible que quepa tanta basura en un solo coche y que el mundo esté plagado de coches así?. Era un desperdicio y un repudio para mí pero, me daba el dinero y también cantos muy bellos. Esa noche me tomó solo media hora mi primer trabajo, era un hombre desagradable con barba negra y desarreglada. Tenía una corbata roja con cuadros azules—como si eso lo hiciera ver elegante— su traje estaba sucio y manchado de salsa en la zona de la barriga. No hay cosa que me desagrade más que los gordos comelones y malolientes. Pero tenía coche y dinero, no interesaba más. Es el día en que a la mayoría de jovencitas no les interesa nada más en sus parejas:
— Tengo esposa, se llama Clara, es una buena mujer pero está agotada, llega del trabajo y solo me tiene la cena. Soy hombre y como de ambas carnes. Mis hijos están dormidos cuando llego a casa, son dos varones que, cuando crezcan y se casen, espero que puedan encontrar una mujer que les dé de comer tanto en el plato como en la cama.
Me repudió lo que me dijo, y fue lo único para lo que abrió la boca. Soy joven pero, estoy agotada. Es lo único que tengo para vivir y dejarlo de ser implicaría no poder terminar mi maestría.
Esos pájaros que cantan hasta el amanecer, me han acompañado durante toda mi carrera y ahora costean la especialización que me otorgará la libertada de las calles…es algo paradójico y gracioso al mismo tiempo: las calles es donde todos buscamos libertad y yo estoy presa en ellas, pero las ironías y contradicciones de la vida es lo que le pone sabor a nuestro día a día. Se cansan, cantan una canción y paran por más de media hora. Ya están agotados esos pobres pájaros, tienen piernas temblorosas y picos desgastados pero, creo fervientemente que necesitan cantar para llevar algo de comida a su nido. Son buenos pájaros.
¿corbata roja sfura?
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