Veintisiete de noviembre
Ha pasado un buen tiempo desde mi último escrito. Demasiado, para profesar que amo escribir. Sin embargo, eso no me quita el amor, la pasión y ganas que siento cuando tomo mi computador y lo hago. Escribo.
Te explicaba cómo se siente tener ganas de escribir, lo ilustré de una manera en la que sólo tú me comprendieras porque ahora, y en adelante, sólo quiero que tú lo hagas. Francamente no necesito que nadie más entienda de qué hablo cuando hablo de mis anhelos y sueños, no quisiera que fuese diferente a ti, y no lo será.
Dicen que el amor y sus aristas es cosa de azar, destino le llaman. Yo digo que al amor y todo lo que conforma sus cuatro letras es decisión de un individuo, y por decisión se entiende la determinación para amar y ser correspondido. Si bien, es difícil elegir con quien conectar de esa manera, mas no es complicado estar a la disponibilidad de entregar amor a quienes lo merecen y quienes no. Porque, ¿quién establece qué persona merece y cuál no? Es una decisión individual que se generaliza en la simple idea. En términos más claros, todo el mundo decide conceptuar acerca de quién es digno de qué, en una forma conjunta pero individualizada, es decir, cada individuo desde su punto de vista concuerda con el resto pero no directamente, y por eso existen las catalogaciones: te catalogo como digno de merecer mi amor, por eso, contigo seré con quien con el otro no, y así, y así vamos mal.
El amor, amar, ser amado, amarse, es una decisión que cuando se toma se entra a otro mundo, y lo digo literal, se ve el mundo, el único mundo, de un modo diferente desde todas sus perspectivas.
***
Eso sucede, mi querido amigo y —desde ahora— compañero de vida.
Soy muy joven, soy ingenua, inmadura —quizá — me falta conocer el mundo, sí, pero tomé la decisión hace un tiempo de amarte y dejar que me ames como hasta ahora lo hemos hecho. Y está bien. Me siento segura de que los únicos colores que deseo que primen en mi mundo, son los de tus ojos, cambiantes según el día, la hora, el lugar. Según tu. Su color cambia contigo, y de paso, yo con ustedes dos. Y ahora somos cuatro. Amor, le digo yo. Y se rotan los otros dos compañeros, ya no serán tus ojos y su color el día de mañana, probablemente lo sean tus labios y tu voz. Otro día, en la noche, como hoy, es tu alma y tu corazón, tu ser y yo. Cuatro, amor, cuatro visualizado en dos, convertido en uno y expresado en algo que no es contable sino que viene desde dentro del corazón.
¡Ay, hombre! Los versos me salen solos sin que yo me esfuerce o si quiere los piense, es como lo que siento cuando volteo a verte: una conexión, una chispa que me enloquece, que me llena de vida, porque eso eres, vida mía, compañero, amigo, pareja y a mi lado, mi complemento día a día. No me cansaré de escribirte; no dejaré de pensar que quererte, desde el principio, fue la mejor decisión qué pasó por mi mente. Y ahora, tiempo después —tan poco pero tan largo— puedo mantener eso que ahora me hace fuerte, y es el amor que por ti siento y sentiré hasta que me agote de perderme en tus ojos verdes. Pero, ya te dije, ellos cambian, con cada movimiento por más mínimo que sea, es por eso, que cuando cambien, yo, aún, estaré ahí, perdida en el color que hayan querido ofrecerme. Nunca me cansaré de verte. Nunca, es una palabra relativa, nunca es el significado que yo le ponga en mi vida. Nunca, en mi existir no existe, no existe conmigo, y mucho menos contigo. Nunca, es nada, y nada simplemente no existe. Por un largo tiempo, me gustará mirarte, y junto a ti, la vida adornar como el bello paisaje donde me di cuenta que te amaba, en lo alto de ese prado, bosque y selva verde. Largo trecho, tiempo suficiente, para entender que el amor no se trata de pensar con la mente, sino con el espíritu consciente. Por un largo, largo tiempo, amaré tenerte, a mi lado, en mi cuerpo, alma, corazón y mente. Completo, real, existente: así llamo yo a la idea de quererte.
Ha pasado un largo tiempo desde que escribí frases con mi corazón latente, sintiendo cada letra, cada coma, cada signo y espacio que conforma la oración escrita en el momento presente. Evidenciando que, así como corregir gramática, sintaxis, estilo, sea mío o sea de la gente, amo lo que se siente cuando tomo lápiz, papel, una idea diferente, y la construyo, la articulo, la plasmo, reedito y publico y así sentirme cada día más fuerte. Me llena escribir, me llena tenerte, me llena el existir, y de paso, me sirve de referente, para hablar del amor, de ser consiente, que estar aquí, en la intemperie terrestre, representa más que seguir el lineamiento de la la vida común y corriente. Llenar, es un verbo que no solo a cantidad tangible refiere, también al sentimiento que dentro de mi late fuerte.
Te explicaba lo que significa escribir para mi, lo hacía porque es la única forma que encuentro para hacerte comprender que te amo y que no son solo cinco letras diferentes. Son más que eso, y solo te lo puedo ejemplificar con la idea de que las letras para mí son vida, y sobrepasa la muerte. Leer, es disfrutar los mundos de mil y un formas desiguales, distintas todas una de la otra, y lo mejor, es que esos mundos son creados por gente, como Bukowski, Dostoyevsky, C. S. Lewis, tu, yo, el que siente algo profundamente y se atreve.
Que bien se siente quererte, y volver a escribirlo para ti, para mí, para el resto de gente.
Que se enteren que he decido quererte hasta llegar a la punta, al primer frailejon, con el viento soplando fuerte, y ahí quedarme, amándote profundamente.
Te amo, mi niño.
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